La invención de la lámpara incandescente se atribuye a Thomas A. Edison, quien desarrolló una fuente de luz artificial que permaneció encendida durante 48 horas sin interrupción. Esta bombilla contenía un filamento de hilo de algodón carbonizado dentro de un bulbo de vidrio al vacío.
La lámpara incandescente es una de las fuentes de luz artificial cuyo valor de flujo luminoso es bajo en relación al consumo de energía, lo que significa baja eficiencia (Lm/W); considerando la tendencia de ahorro de energía y uso eficiente, aunque las lámparas incandescentes tienen la ventaja de su costo de adquisición accesible y su disponibilidad de comercialización, el uso continuo actual de estas lámparas es ineficiente.
A partir del año 2009, luego de 130 años de uso, la lámpara incandescente comenzó su proceso de desaparición paulatina, con la prohibición de producción en algunos países del mundo.
Las lámparas incandescentes han dado paso al reemplazo generacional de lámparas más avanzadas tecnológicamente y de mayor costo, incluidas las lámparas fluorescentes compactas y las lámparas de diodos emisores de luz (LED), todas ellas con casquillo tipo Edison en potencias de operación que permiten realizar una sustitución directa de las entrañables lámparas incandescentes.
El principio de funcionamiento de las lámparas incandescentes es muy sencillo, pues la incandescencia no es otra cosa que dejar pasar una corriente eléctrica por un filamento, lo que ocasiona que se ponga incandescente a una temperatura aproximada de 2700 º C, en cuyo caso produce luz y calor emitiendo radiaciones en el espectro visible.
Sin embargo, el problema principal de estas bombillas es su bajo rendimiento energético, debido a que producen mucho más calor que luz durante su funcionamiento y utilización.
También se debe tomar en cuenta que, además de su bajo rendimiento energético, también hay factores que pueden acortar la vida de una lámpara incandescente, como, por ejemplo:
El filamento en una lámpara incandescente es de Wolframio (también conocido como Tungsteno) enrollado en espiral. Este material tiene una temperatura de fusión muy elevada y un grado de evaporación bajo para poder alcanzar la temperatura óptima de funcionamiento que está alrededor de los 2.500ºC y disminuir la evaporación del filamento, porque si no, implicaría un desgaste y disminución de la vida útil de la lámpara.
Es la envoltura de vidrio que se utiliza para crear la forma de la lámpara y obtener una atmósfera sin oxígeno que reduzca la evaporación del filamento. Esto último se consigue haciendo el vacío e introduciendo en el interior un gas de relleno, normalmente un gas inerte como el argón, criptón o el nitrógeno, para mejorar la estabilidad del filamento y alargar su vida útil. La ampolla también se encarga de transmitir el calor radiado por el filamento al exterior. Por lo que a medida que se utiliza la lámpara la ampolla se va oscureciendo debido a la evaporación del filamento.
El casquillo cierra herméticamente la ampolla y a la vez sirve para conectar la lámpara al portalámparas. Los casquillos más utilizados son: el casquillo Edison, para potencias inferiores a los 300W y el casquillo bayoneta.
Las lámparas incandescentes generan luz gracias al calentamiento de un filamento metálico de wolframio, o de tungsteno, mediante el efecto Joule. La mayor parte de la electricidad que recibe esa lámpara de wolframio se transforma en calor y, finalmente, sólo alrededor de un 15% de la energía transmitida se convierte en luz.
Sin embargo, las lámparas LED utilizan diodos emisores de luz como fuente lumínica. Las bombillas LED se fabrican agrupando LEDs de mayor o menor densidad. Según esa densidad, la potencia lumínica y su calidad, serán mejor o peor, pero siempre por encima de las lámparas incandescentes normales.
La bombilla incandescente posee una vida útil estimada de alrededor de 2.000 horas. Es el punto donde las diferencias son más favorables y contundentes a favor de las bombillas LED. Una bombilla LED de 1W genera los mismos lúmenes que una bombilla incandescente de 10W. Con 10 vatios de una bombilla LED conseguimos entre 800 y 980 lúmenes, pero una lámpara incandescente necesita entre 60 y 70 vatios para alcanzar la misma cantidad de luz.
Al sustituir nuestra lámpara incandescente, halógena o fluorescente, nos podemos preguntar: ¿cuánto se ahorra con el cambio? Y es cierto que las luces LED suponen un gran ahorro de energía y una mayor calidad.
La iluminación LED actualmente es la más usada, ya que no genera gastos excesivos y se pueden utilizar en variedad de espacios y de distintas formas; así como ofrecen variedad en los tipos de bombillas, también se adecúan fácilmente al espacio y son más duraderas que las bombillas incandescentes convencionales.
Debido a la vida útil de las bombillas LED, el ahorro que representan se puede observar a partir de los primeros dos años. Es decir, al cabo de unos 10 o 15 años, que es la vida útil de una bombilla LED normal (algunas pueden alcanzar los 25 años) el ahorro sería bastante alto.
La lámpara incandescente es una alternativa más económica a las lámparas fluorescentes y a las lámparas LED, sin embargo, en términos de rendimiento y consumo energético, no son la mejor opción debido a sus niveles tan bajos y a su corta vida útil.
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