La lámpara de gas fue un invento británico que debemos al ingeniero William Murdoch (1754-1839). Este inventor escocés observó en 1792 que los gases desprendidos de la combustión de la madera, la turba y la hulla tenían tres características muy atractivas: eran altamente inflamables, transportables y se podían encender y apagar con facilidad.
Antes de finalizar el año Murdoch pudo sorprender a sus vecinos al iluminar su casa en Redruth (Cornwall, Inglaterra) utilizando ese tipo de alumbrado, en lugar de la grasa animal y el aceite tradicionales.
Durante poco más de 30 años desde 1792 al 1830, todas esas lámparas eran fabricadas en Inglaterra y Francia. Y a partir de 1840 los Estados Unidos empezaron a producir sus propias lámparas de gas.
Los primeros diseños de lámparas de gas fueron diseñados con aspectos elegantes y atractivos, además de prácticos. Las primeras lámparas de mesa a gas se crearon en 1853, y a finales del siglo XIX, casi todas las ciudades ya contaban con este tipo de iluminación.
El alumbrado con gas no sólo benefició a la industria y al comercio, también al ocio y a la seguridad ciudadana. No hay que olvidar que la oscuridad fue durante siglos el mejor aliado de los amigos de lo ajeno, que les permitía operar con absoluta impunidad, simplemente porque “no se veía”.
Pero hoy en día, gracias a los avances en electricidad este tipo de lámparas acabó desapareciendo dando paso a la nueva generación de lámparas.
Las luminarias “a la antigua” pueden apreciarse en un recorrido que comienza en el Palacio de Buckingham hasta Covent Garden
Ciudades como Londres son capaces de llevarnos rápidamente a momentos históricos que remiten a un imaginario colectivo propio de una época. En la era Victoriana, la luz de las farolas de gas creaban una atmósfera idónea para dotar a la ciudad de un halo de misterio y aventura entre calles estrechas con neblina, escena recreada en infinidad de novelas y películas.
Es el año 1807 y bajo la mirada de habitantes de Londres, el alemán Frederick Winsor, quien años atrás patentó la lámpara de gas de carbón, se prepara para encender una serie de farolas sobre la avenida Pall Mall, ésta sería la primera vez en la historia que se instaló un alumbrado público con luz de gas.
A pesar de algunos riesgos que representaba la implementación de estos luminarios, en 1840 su uso se expandió y continuó con su instalación a lo largo de la ciudad. Algunas farolas fueron marcadas con los nombres de los monarcas de esas épocas: Victoria y Jorge IV. Otras fueron utilizadas para acabar con los olores de las alcantarillas de Londres, ya que se colocaban encima de éstas y quemaban los gases emitidos.
A mediados del siglo XIX, en un sombrío laboratorio de Barcelona, ocurrió algo. Un antiguo farol, anclado todavía a la pared de la actual Casa de la Llotja de Mar, sede de la Cámara de Comercio, nos cuenta el primer capítulo de una historia titulada “España: del día a la noche”.
El 24 de junio de 1826 se encendió en España la primera lámpara de gas. A comienzos del siglo ya se habían realizado diversos ensayos para obtener gas manufacturado en Cádiz y Granada, pero el primer testigo de la “nueva luz” fue el laboratorio de la Escuela Química de la Junta de Comercio de Barcelona. Una placa en el mismo edificio recuerda hoy la figura de Josep Roura i Estrada: la persona que aquella noche de San Juan iluminaba no solo una sala, sino todo un país.
La luz contribuyó a reforzar la seguridad de las ciudades durante la noche. La poca iluminación de las calles con los sistemas tradicionales beneficiaba a la delincuencia: la oscuridad era la mejor aliada de cacos y criminales que podían actuar con mayor libertad ante los ojos de nadie. Literalmente, no se veía.
La irrupción del alumbrado por gas dejaba a los malhechores sin su mejor arma: el anonimato de una noche que dejaba ser tan tenebrosa. De esta manera, la gente podía salir del trabajo, pasear o ir al teatro con mayor tranquilidad… y sin chocarse con ningún obstáculo.
Existen diversos tipos de lámparas de gas, cada una con ventajas y desventajas:
Este tipo de lámpara se compone de una bombilla (vidrio, ventilador, capuchón) enroscada en el tanque de gas propano. Cuenta con una perilla para controlar la luminosidad de la lámpara según como se desee. El tanque es desechable, y no son rellenables. Estas lámparas de gas son perfectas para días de camping.
Es una lámpara con estilo de quinqué que usa combustible líquido para su funcionamiento, habitualmente Campingaz o queroseno. Funciona pulverizando el combustible al accionar una pequeña bomba de presión con el dedo, seguidamente se gira el selector de luminosidad y lo hace pasar por un pequeño conducto que lo pulveriza y lo envía hacia el capuchón.
Esta lámpara es muy utilizada en puestos móviles de comida rápida. Se enrosca en una llave reguladora de gas, para seleccionar la luminosidad y tiene en el vástago un aro selector de aire que generalmente se abre completamente para máxima luminosidad.
Para encenderla, se acerca una llama (fósforo, encendedor, etc.) al capuchón que actúa como candil y se abre lentamente la llave del gas hasta que el capuchón se inflame. Los capuchones tienen una vida limitada y no deben manipularse mucho, pues es posible que se resquebraje la malla carbonizada y termine rompiéndose.
Las lámparas de gas fueron inventadas por William Murdoch y forman parte importante de la historia de la iluminación y abrieron paso al invento de la lámpara incandescente y la evolución de las luminarias.
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